En el inmenso mar de la Biblia católica, algunos pasajes tienen un eco especial en el corazón de los creyentes. Uno de ellos es el clamor: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí" (Lc 18,39). Estas palabras, llenas de fervor y esperanza, encapsulan la esencia de la fe y el anhelo humano de la misericordia divina.
El relato del evangelio nos presenta a Bartimeo, un hombre ciego cuyo clamor destaca por su fuerza y sinceridad. Aunque nunca había estado cerca de Jesús, Bartimeo había escuchado sobre sus milagros. Esta información bastó para que creyera en Él como el Mesías, el Hijo de David, y confiara en su capacidad de transformar vidas.
El grito desesperado "ten compasión de mí" es más que una súplica; es un reflejo de la vulnerabilidad humana y de la necesidad de ser escuchados. Este clamor nos conecta con nuestras propias experiencias. ¿Cuántas veces en momentos de dificultad sentimos nuestras fuerzas flaquear? Este pasaje nos recuerda que no estamos solos. Podemos acudir a Jesús, quien comprende nuestras luchas y siempre está dispuesto a extendernos su mano compasiva.
La respuesta de Jesús a Bartimeo, "¿Qué quieres que haga por ti?" (Lc 18,41), revela el respeto profundo de Cristo por la libertad de cada persona. No da por sentado lo que el ciego necesita, sino que lo invita a expresarlo. La respuesta de Bartimeo es simple y directa: "Señor, haz que vea" (Lc 18,41). Ante esta petición, Jesús actúa de inmediato, devolviéndole la vista.
Este milagro no termina con la sanación física, sino que da lugar a un cambio profundo en Bartimeo, quien, ahora con los ojos abiertos, decide seguir a Jesús glorificando a Dios. Este detalle nos invita a reflexionar: buscar a Cristo no debe ser un acto de conveniencia o curiosidad, sino un deseo auténtico de tener un encuentro personal con Él.
Hoy, esta pregunta de Jesús, "¿Qué quieres que haga por ti?", sigue resonando. Nos invita a abrir el corazón en oración y a buscar su voluntad en nuestra vida. Como Bartimeo, estamos llamados a ser perseverantes y a responder con sinceridad para que nuestra fe sea transformadora. En un plano personal, este pasaje nos confronta con nuestras propias debilidades y miserias. Cuántas veces, al igual que Bartimeo, nos sentimos al borde del camino, cargando dudas y luchas internas. Sin embargo, la fe nos da la esperanza de levantarnos, superar las voces que intentan desalentarnos y clamar:
"Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí".
Hoy es un buen día para renovar nuestra confianza en el Señor, pedirle que nos sane y comprometernos a seguirle con gratitud, glorificando a Dios con nuestras vidas.
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