Todas las miradas del mundo están puestas en París, Francia, con motivo de la celebración de los Juegos de las XXXIII Olimpiada, dónde se dan cita los mejores deportistas de todo el mundo en las diferentes disciplinas deportivas. Por un momento dejamos de lado las noticias cotidianas de la vida del mundo y nos centramos en las hazañas y las grandes historias que ahí se escriben.
Las olimpiadas son un evento ampliamente esperado por los amantes del deporte y la cita deseada para muchos deportistas, pero que también nos recuerda los profundos deseos de la humanidad con los valores que ahí se viven: la paz, la fraternidad entre todos los pueblos, la alegría, la inclusión y el respeto por la pluralidad de culturas y pensamientos, son algunos valores que sostienen estas competencias deportivas.
Las olimpiadas, no dejan solamente récords y grandes hazañas deportivas, sino que en ellas se ha escrito verdaderos gestos de humanidad que quedan marcados para siempre y que van más allá del deseo de ganar una medalla o un reconocimiento.
Cómo no recordar aquel gesto de en las Olimpiadas de Río de Janeiro, Brasil, en el año 2016, se realizaba la carrera de calificación de los 5000 metros, la neozelandesa Nikki Hamblin sufrió un tropiezo con otra competidora y el incidente provocó la caída de la estadounidense Abbey D'Agostino. Sin embargo, en lugar de seguir corriendo, la atleta norteamericana ayudó a que su rival se pusiera de pie para continuar con la carrera. Por el gesto, ambas fueron admitidas en la final de los 5.000 metros, aunque participará sólo Hamblin, ya que D'Agostino quedó lesionada. A pesar de todo, es probable que ambas queden entre los personajes más recordados de estas Juegos Olímpicos.
Con dolor lamentamos que, esta fiesta deportiva que tiene como objetivo promover la paz, el respeto y la unión de todos los pueblos, en su inauguración, haya tenido el mal tacto de poner en escena grotezca y burlona uno de los signos más grandes de la fe cristiana, contradiciendo los valores más grandes del olimpismo.
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