Por: María A. Constantino Salazar
Desde el día de la confirmación todos nos convertimos en testigos de Cristo, pero el catequista al asumir con amor esta misión esta doblemente comprometido a dejar atrás el temor y la cobardía y salir a anunciar el mensaje de salvación tal como lo hicieron los apóstoles el día de Pentecostés.
El catequista ha sido elegido por Jesús como mensajero de su palabra y respondiendo a ese llamado, puede tener un encuentro maravilloso y personal con Él, punto de partida a su vez para anunciar su mensaje.
Para que el catequista sea un buen mensajero debe aprender a “estar con Cristo” experimentar su amor y asumir de manera íntegra el mensaje de Nuestro Señor, vivirlo y practicarlo, para después anunciarlo.
Dentro de la catequesis el catequista tiene la misión de anunciar a los niños, adolescentes y adultos este mensaje, para que quienes lo escuchen conozcan a Jesús a través de sus labios y su corazón y que comprendan por medio de la enseñanza en la fe, que es lo que Jesús quiere y ofrece para todos.
Hacer llegar el mensaje de salvación en estos tiempos se ha vuelto todo un reto, no basta enviar ese mensaje por medio de un correo electrónico. Aunque los retos son parte de la vida de los formadores en la fe, hacerles llegar a los catequizandos lo que Dios quiere de nosotros se ha convertido en una misión más complicada en nuestros tiempos; el catequista ha de buscar constantemente la forma de hacer llegar el mensaje más importante, el mensaje de salvación.
Así pues, la misión del catequista no termina cuando se va la señal de una sesión en línea; o cuando termina una llamada telefónica. Sin duda los tiempos y las condiciones han cambiado, pero recordemos que el mensaje es el mismo. Ser testigo de Jesús y mensajero de su palabra es la misión más importante y constructiva en la vida de un catequista. Hagámoslo con la intrepidez y creatividad como lo hicieron los apóstoles.
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