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EL PODER SANADOR DE LA FE



La FE es una virtud teologal que nos conecta con Dios. Como dice la Escritura: “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Heb 11,1). Es un pilar fundamental en la vida de los creyentes y se manifiesta de muchas maneras, especialmente en los procesos de sanación. 


Tener fe no solo implica creer en Dios, sino confiar profundamente en su amor y en su poder para obrar milagros. Desde tiempos bíblicos, la fe ha sido un canal a través del cual Dios actúa. Un ejemplo claro lo encontramos en san Marcos 5,25-34, donde una mujer enferma durante 12 años tocó el manto de Jesús y fue sanada.


Él le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz y queda sana de tu enfermedad”. Este relato nos recuerda que la confianza en Dios puede traer sanación física y espiritual. A lo largo de la historia, hay numerosos testimonios de personas que han sanado contra todo pronóstico. Muchos de estos milagros son atribuidos a la intercesión de futuros santos, cuyo testimonio de fe los lleva a la canonización. 


Hay casos en los que la ciencia no encuentra explicación, pero el “milagro de la fe” devuelve la salud. Sin embargo, la sanación no siempre ocurre como esperamos. A veces, aunque no haya una curación inmediata, la fe brinda consuelo, esperanza y fortaleza. Los sacramentos, la oración personal y comunitaria, y la unción de los enfermos desempeñan un papel esencial en este proceso.


Aceptar la voluntad de Dios es un acto de confianza. 

San Pablo nos recuerda en Romanos 8,28: “Todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que aman a Dios”. La Fe nos fortalece para enfrentar cualquier desafío, recordándonos que, con Dios, todo es posible.


 

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